miércoles, 16 de septiembre de 2009

DISCULPÁ, TATA


Quizás no fui la única, tal vez más de uno pensó que “le regalaríamos los puntos” a la selección argentina, una grande que viene bajoneada, que está con un pie fuera de Sudáfrica 2010.
Tal vez se me cruzó por la mente imaginar lo que yo haría. Posiblemente, para mí y para todos aquellos que dudamos de tu fidelidad y profesionalismo, está primero el amor a la nación, a la tierra en que nacimos.
El sábado, al sonar el pitazo inicial seguía con la duda, temía que busquemos el empate para favorecer a un vecino, para ayudar a la gran estrella que fue Maradona a que no se apagara por una derrota. Pensé así, hasta que ví la garra de cada albirrojo en sus corridas, en sus jugadas, en sus ojos.
Pensé y me equivoqué, pues cuando me di cuenta, Justo Villar estaba luchando no solo contra el rival, sino contra la bendita lesión que tenía encima. Cuando me dí cuenta, otra vez, la cabeza llena de cicatrices de Darío Verón era enfocada por haber trabado tantos intentos albicelestes. Cuando me dí cuenta, Messi no podía avanzar por las tapadas que Paulo Da Silva le marcaba. Cuando me dí cuenta, Cáceres estaba sacando una jugada de gol de Argentina con la categoría de un grande. Cuando me dí cuenta, Aureliano subía por el sector izquierdo con el corazón de palpitante. Cuando quise darme cuenta, Riveros, Barreto y Vera, estaban allí con las manos apretadas en busca de un triunfo, en busca de callarme la boca y no permitir que mis pensamientos fluyan en la conquista de una verdad incierta. Cuando me di cuenta, Santana había roto cualquier cosa, menos el juramento de servir a la selección. cuando me di cuenta, cabañas había demostrado al público como jugaba el técnico del rival, dejando a seis argentinos sin participación en una jugada estupenda. Cuando pude darme cuenta. Cuando intenté darme cuenta, Haedo dejó de ser un ídolo de la inchada, para convertirse en Héroe real.
En el momento que quise volver a dudar, vi en la actitud de Gerardo, la pasión, el agradecimiento y la paternidad de un Hombre, de un Caballero, de un ante todo, profesional, cuando en cada jugada apoyaba, daba indicaciones y participaba de la manera más disciplinada que podía hacerlo.
Fin del partido. Un estadio estallando de emoción, de gritos, cantando un repertorio de alegrías y de euforia.
Tata, saltaste con lágrimas en los ojos, con los puños y los dientes apretados, no para “taparme la boca” a mí y a tantos que dudamos, entre periodistas y aficionados, sino para gritar con nosotros, con los paraguayos, con tus dirigidos una victoria, una clasificación.
Públicamente, mis disculpas, Gerardo.

1 comentario:

  1. es importante tu concepto como periodista se nota la objetividad

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