miércoles, 16 de septiembre de 2009

¿CUANTO DEBEMOS?


La ilustre imagen de una persona requerida por sus pares se ve despistada tras las cortinas de una mentira inexplicable.

La cordura y la lealtad son más o menos enemigas. No comparten la idea de que importa la realidad. No son de la misma calaña. No esperan el mismo resultado de la vida incontenible que responde a una búsqueda desaliñada de concepciones estúpidas.

Una mentira tras los cristales de un requerimiento. ¿Hasta cuándo valdría la pena el comodín ese de “me debes”? ¿A quién le debemos?, sil a vida es un justiciera desde su aparición, debemos a la vida.

Cuando debemos favores, la vida se encarga de cobrárnoslos. En realidad no se si realmente existe la capacidad de requerir cuando cada acreedor es también una persona que debe.

Simplemente me causa curiosidad el impedimento que surge cuando ofrecemos una cosa. ¿por qué ofrecemos algo que no tenemos de reserva? Si damos no podemos recuperarlo porque nada regresa, ni el aire, ni la vida, ni la muerte. Todo fluye y se transforma.

Si obsequié un favor, un dinero, un abrazo, es cuestión de dejarlo ir, ya la misma monotonía del vivir se encargará de renovarnos cada una de las cosas que dejamos fluir.

Es de categoría dejar ir un amor, si besamos, si amamos, si vivimos una historia inimaginable, no es la mejor manera pedir que nos devuelvan esos momentos, puesto que sería justo entonces que volvieran a nosotros cada mal, cada pelea o cada palabra que pudo hacernos sufrir.

Todo se transforma. Si dejamos ir un beso, este volverá. Si dejamos ir un insulto, también tocará a nuestra puerta tarde o temprano.

Firmo el acta de los Celtas, con todo respeto, creyendo en la ley de tres. Se triplica lo que dejamos ir.

Si leíste, que se tripliquen tus pensamientos hacia ti.

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